Cómo ver el glaciar del Monte Perdido: miradores del Balcón de Pineta y Lago de Marboré
El Balcón de Pineta y el Lago de Marboré son dos de los lugares más impresionantes del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el Pirineo Aragonés. Situados a más de 2.500 metros de altitud, se convierten en auténticos balcones naturales hacia la cara norte del Monte Perdido, la tercera cumbre más alta de los Pirineos, coronada por su glaciar.
Llegar hasta aquí no es sencillo: la ruta es exigente y con un fuerte desnivel, pero la recompensa merece cada paso. Pocas experiencias igualan la emoción de contemplar de cerca el glaciar del Monte Perdido desde uno de los entornos más salvajes y espectaculares del Pirineo.
El Balcón de Pineta, un mirador natural
El Balcón de Pineta se sitúa a unos 2.500 metros de altitud, en lo alto del valle que lleva su mismo nombre, en el municipio de Bielsa (Huesca). Tras un ascenso duro desde el parking de Pineta, el caminante se encuentra de repente con una panorámica grandiosa: el Monte Perdido y su glaciar al frente, el Cilindro de Marboré a un lado y los picos Astazus al otro.Desde este mirador natural se aprecia con claridad la magnitud de la cara norte del Monte Perdido, una de las más alpinas y sobrecogedoras del Pirineo.
El Lago de Marboré, un ibón glaciar a 2.590 metros
Desde el Balcón de Pineta, apenas 20 o 30 minutos de caminata suave nos llevan hasta el Lago de Marboré, también conocido como Ibón de Marboré. Este lago de origen glaciar, situado a 2.590 metros, se encuentra rodeado por un circo de cumbres que superan los 3.000 metros.El entorno es un auténtico espectáculo: el Monte Perdido con su glaciar preside la panorámica, mientras que sobre el lago se abre paso la famosa Brecha de Tucarroya, con el pequeño refugio del mismo nombre en la frontera con Francia.
Balcón de Pineta y Lago de Marboré: miradores del Pirineo
El Balcón de Pineta y el Lago de Marboré son más que simples puntos de paso en una ruta de alta montaña: son miradores excepcionales que permiten contemplar de frente la grandeza del glaciar norte del Monte Perdido.
Un esfuerzo exigente, sí, pero también una de esas experiencias que se recuerdan para siempre. Porque pocos lugares permiten estar tan cerca de la esencia alpina del Pirineo como este rincón del valle de Pineta.
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