El Muro de los Cinco Dragones del Jardín Yuyuan: leyenda, arte y poder imperial en Shanghai | China


En el interior del Jardín Yuyuan, uno de los rincones más emblemáticos de Shanghai, se alza una de las estructuras más cautivadoras de la tradición paisajística china: el Muro de los Cinco Dragones. Este muro serpenteante, decorado con esculturas de dragones que parecen cobrar vida entre las curvas del tejado, no solo sirve como elemento divisor dentro del jardín: es también una obra maestra cargada de simbolismo, leyendas y antiguas tensiones imperiales.

Un muro que delimita... y fascina

El Muro de los Cinco Dragones recorre gran parte del perímetro interior del Jardín Yuyuan, separando espacios como si cada uno fuera un mundo diferente dentro de este universo de paz, arte y naturaleza. Su trazado ondulante simula el movimiento de los dragones, con crestas que se elevan como olas, y cabezas talladas en detalle que parecen observar al visitante desde las alturas.

Más que un elemento arquitectónico, este muro es una escultura en sí misma, una metáfora visual del equilibrio entre el orden y la energía que rige el pensamiento estético tradicional chino.

El dragón chino: símbolo de fuerza, sabiduría y... autoridad imperial

En la cultura china, el dragón no es una criatura temida, sino una figura sagrada y benevolente, símbolo de poder, protección y sabiduría. Su presencia en los jardines clásicos no es decorativa: representa la fuerza vital que fluye entre la tierra, el agua y el cielo. Sin embargo, el dragón no era un símbolo accesible a todos.

En tiempos imperiales, solo el Emperador podía usar el dragón de cinco garras. Este detalle no era menor: el número de garras era un símbolo de rango. Por eso, lo que ocurrió en el Jardín Yuyuan despertó más que admiración… despertó sospechas.


La leyenda del muro: ¿dragones o serpientes?

Según cuenta la leyenda, cuando se construyó el muro y se esculpieron las figuras de los dragones, se cometió un atrevimiento: las esculturas incluían cinco garras en sus patas, el símbolo reservado exclusivamente al Emperador. Al descubrirlo, las autoridades imperiales consideraron que se trataba de una falta de respeto —una “irreverencia”— que debía ser corregida.

La solución fue tan ingeniosa como diplomática: se eliminó una garra de cada dragón, y se argumentó que en realidad no eran dragones imperiales… sino serpientes. Así, el muro permaneció, pero con una transformación simbólica que aún hoy se percibe al observar las esculturas con atención.


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